miércoles, 26 de noviembre de 2008

De las generaciones a los nombres poco creativos...



Por mala o buena suerte nos tocó ser jóvenes en el cambio de milenio. En los años previos al 2000 existía la incertidumbre de qué iba a pasar ese cambio de año: Qué se iba a acabar el mundo, qué llegaría un Papa negro, que Bolivia tendría mar, que Zamorano se iba a casar…
Bueno, la verdad es que el 2000 llegó y muchos cambios no hubo, con la excepción del caso de Bam Bam. Todo siguió igual que antes… el mundo no se acabó.

Pero, sin darnos cuenta llegamos a una generación sin nombre. Nuestros abuelos siempre dicen “Como olvidar los cuarenta”. Chile fue tercero del mundo en los sesenta. Nuestros padres no dejaban de cantar “La voz de los ochenta”.

¿Pero nosotros? ¿Cómo denominar a nuestra década de jóvenes universitarios? Simplemente no se puede…

¿Por qué nuestra generación no tiene nombre? ¿Habrá perdido algo más?

En los sesenta, entre los jóvenes y, sobre todo en los universitarios, el aire de liberación rodeaba en el ambiente. Todos buscaban ser más libres, vencer los tabús, lograr una igualdad de género, andar literalmente mostrándole la raja al mundo, cansados de tanto conservadurismo en la sociedad. Todos esos sueños, ideales comunes, inconformidad con el mundo actual, llevaron a una sociedad más alegre, abierta, dándole voto a las mujeres y construyendo un país con menos restricción paradigmáticas.

En los ochenta, los universitarios se movían por el acontecer nacional. Tenían un criterio formado, sin entrar en distinciones políticas, acerca de la realidad y en cómo poder contribuir en ayudar al país. Una vez más aquellos sueños favorecieron a la sociedad: Volvió la democracia, algo indispensable en toda sociedad que busca lograr el desarrollo.

En ambos casos, los jóvenes y por sobre todo los universitarios, fueron actores principales en la historia y cambios de cada década y/o generación. En ambos casos, a partir de sueños, algunos impensados racionalmente en el contexto en el que se vivía, se lograron cambiar aspectos del país y de nuestra vida construyendo una mejor sociedad. En ambas generaciones existía un horizonte común. Si bien, cada uno aportaba de distinta forma, el norte siempre era el mismo.

Quizás algunos piensen que ahora se deba decir que nuestra generación nunca ha tenido un norte común, convirtiéndonos en jóvenes sólo preocupados de carrete y pasarlo bien, egoístas, sin ideales ni sueños que busquen contribuir a la sociedad.

Pero esta vez no se dirá aquello, no para innovar, sino porque de verdad no se comparte. Somos una generación de jóvenes universitarios con un horizonte y fin claro: “Construir un país más justo en oportunidades”. En otras palabras más simples: “Derrotar la pobreza”.
Muchos me podrán decir, ¿En qué mundo vives? Que, si bien existen muchos voluntariados, el mayor porcentaje de jóvenes está en otra.

Sin embargo, si queremos, podemos ver la realidad de forma diferente. Hoy en el mundo universitario no es raro ver agrupaciones que se dediquen, además de sus estudios, a la ayuda social. La oferta de trabajos voluntarios es enorme y para qué hablar de Un Techo para Chile. Lo raro, en estos tiempos sería ir a alguna institución y no ver alguna de estas iniciativas, sea cual sea.

La gente nuevamente está formando un sueño e ideal común. Una necesidad de un mundo futuro distinto al que le tocó vivir, una sociedad mejor. Algo nuevamente les está molestando y poco a poco se empiezan a manifestar en dirección a ese objetivo. Esto es un proceso largo, pero para los incrédulos, estamos muy avanzados.

Lo que se vive hoy en Chile dentro de los jóvenes, y sobre todo, dentro de los universitarios es algo atípico en los otros países vecinos de América. Simplemente este auge de entregar tu tiempo, y conocimientos por un trabajo no remunerado no se ve en la mayoría de los países. En Chile sí.

Quienes ya están en dirección a este norte, hay que trabajar aún más duro para incentivar a quienes no están a que formen parte de este sueño generacional.

Hoy ya no se habla de andar en pelota por la vida, ni de política, ese trabajo ya lo hicieron otros. Hoy se habla de construir un país más justo y con menos desigualdad. Que todos sean capaces de salir adelante por sí mismos. Como los pasados, quienes se jactan de haber formado parte de la generación de la libertad, o de la generación que devolvió la democracia a nuestro país, nosotros tenemos que decir, cuando estemos con una edad avanzada: “Formamos parte de la generación de venció la pobreza”. Luego a otros les tocará soñar por otro ideal o inquietud. No podemos quedar en deuda frente a nuestros abuelos y padres. Ellos, y sus generaciones, ya realizaron su labor como jovenes, ahora nos toca a nosotros.

Si bien no tenemos un nombre como ellos, por lo menos ya tenemos el norte elegido y estamos caminando hacia él. Es un trabajo duro, pero lo único que no se puede hacer es dejar de soñar.

Y bueno, a falta de nombre como los de antaño y si somos pocos creativos, nos podemos llamar:
“La generación universitaria del Bicentenario”
por: Jorge Aguirre Benítez
Área de Recursos Humanos

1 comentarios:

Anónimo 14 de enero de 2009, 2:46  

Siento que como grupo de trabajo están planteando mal el problema...les recomiendo que lean el siguiente artículo, una entrevista a un sacerdote muy interesante: http://www.theclinic.cl/2009/01/12/hay-muchos-curas-para-los-ricos/

Espero sirva de ayuda. Saludos!